lunes, 8 de julio de 2013

La magnífica historia de "el Templo de Debod"


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Vista aérea en la actualidad del complejo

Localización original del Templo de Debod

Para entender el monumento del Templo de Debod debemos conocer el emplazamiento primigenio del templo. Para ello tenemos que remontarnos al misterioso Nilo. Encontramos tres regiones genéricas a lo largo de la parte del Nilo que nos interesa. Al norte encontramos el Bajo Egipto que abarca desde el mar mediterráneo hasta la antigua ciudad de Menfis, al sur de la capital actual, El Cairo. Al sur encontramos la región llamada Alto Egipto cuyos límites eran Menfis al norte y Asuán al sur. La parte meridional a esta última ciudad es llamada Nubia.


Se encontraba a 20 km al sur de Filé (Baja Nubia) construido en pleno desierto sobre un pequeño altiplano levemente inclinado hacia el valle. Esto hacía que los viajeros pudieran contemplarlo desde la lejanía. Entre el santuario y el río había una pequeña hondonada que se inundaba anualmente tras las crecidas del Nilo y que se usaba como zona de cultivo. Para poder acceder se construyó un pequeño dique con un camino de bloques que iba desde un pequeño puerto hasta el recinto ya que la mayoría de templos eran visitados por vía fluvial a través de rutas comerciales.

Preludio del templo

El templo actual no fue la primera edificación. Ya en el Imperio Medio (s XXI a.C-XVIII a,C) se tiene constancia de un emplazamiento dedicado a alguna deidad sin identificar. La región se va egipcianizando durante los siglos posteriores hasta que es incorporado por Egipto con la dinastía XIX bajo el mandato de un virrey avasallado. Asimilaron la religión, cultura y costumbres egipcias. Tras esta dinastía se fue perdiendo poco a poco el control de la zona alternando periodos de prosperidad con otros más convulsos lidiando siempre con movimientos secesionistas. Tal fue la virulencia de esto último que surgió un estado independiente con capital en Kush que logró conquistar hasta el propio Egipto. Sin embargo tras esta proeza y sin motivo aparente abandonaron los territorios conquistados y se replegaron a Sudán. De nuevo los egipcios conquistan Nubia en el siglo VI a.C y los habitantes de esta zonas trasladaron la capital a Meroe, al norte de Jartum, actual capital de Sudán del Norte. La zona siguió bajo la influencia de los Egipcios hasta la llegada de los Ptolemaicos en el siglo IV a.C que acordaron pactos para asegurar la paz intercalados con diversos conflictos armados de mayor o menor resonancia. Es durante este periodo cuando se construye un primer núcleo primitivo atribuido a un rey de Meroe a principios del siglo II a.C junto a los relieves más antiguos.

Relieve de la capilla de Adjialamani, Templo de Debod, Madrid, España.

Anales del templo

Tras la breve retrospectiva previa a la actual construcción es necesario profundizar más en los acontecimientos que vivió el templo desde sus inicios hasta su salvación de la inundación.


La construcción fue iniciada por un dirigente Nubio llamado Adijalamani (Rey del Alto y Bajo Egipto) como lugar de culto en una importante vía de paso comercial entre Egipto y Nubia. De esta época data el primer núcleo primitivo. Después se produjo un periodo de gran influencia en la zona propiciada por la dinastía Ptolemaica. Se tiene certeza de que al menos tres faraones del periodo helenístico egipcio ampliaron la parte original del templo añadiendo algunas estancias para diversos cultos.

 Al final y durante la decadencia de esta dinastía Roma conquista el territorio Egipcio fijando una frontera más o menos estable en Asuán. Durante este periodo y tras la constitución imperial de Augusto se siguen realizando trabajos de restauración, construcción y talla de nuevos relieves y estancias. Es durante esta época cuando se completa el edificio actual sin más modificaciones relevantes hasta hoy.
Debod durante este periodo era una zona de frontera difícil de defender que quedaría abandonada a su suerte cuando el Imperio Romano empezó a tambalearse tanto por conflictos internos como externos. Las tribus procedente del sur, sureste y suroeste realizaron incursiones para saquear estas zonas a partir del siglo III d.C y es a finales de este mismo siglo cuando Diocleciano ordena la retirada hasta Filé manteniendo pacificadas a las belicosas tribus gracias a sobornos. A principios del silgo IV d.C la zona es cristianizada y en el primer tercio del siglo V el templo es finalmente cerrado durante el mandato de Justiniano I durante la Recuperativo Imperii auspiciada por el general Belisario, que a la larga significó el hundimiento Imperio Bizantino.

Tras su cierre el monumento fue respetado excluyendo algunos daños a relieves que consideraban obscenos como la mutilación del pene al dios Min. Excluyendo alguna cruz, posiblemente copta, no tenemos muchos datos sobre este periodo. Quizás fue utilizado como refugio por los peregrinos y comerciantes tras su cierre, pero no hay nada cierto, solo elucubraciones. No tenemos más registros sobre la presencia cristiana en el templo.
De manera póstuma la región se fue islamizando en tiempos del sultán Saladino durante la segunda mitad del siglo XII. Tampoco se sabe nada o prácticamente nada del uso que se pudo dar (si es que se le dio alguno) al recinto. Lo cierto es que permaneció bastante bien conservado hasta finales del silgo XVIII cuando causas naturales y humanas provocaron la destrucción de parte del templo.

Cruz, posiblemente copta, ubicada en el segundo pilono del templo.

Ampliación de la cruz en donde se aprecian mejor los detalles.


Siglos y siglos pasaron sin ningún tipo de documentación sobre el templo. Tenemos que viajar al siglo XVIII para tener las primeras noticias gracias a los intrépidos exploradores de la Ilustración. Fue un danés, Frederic-Louis Norden, el primero que dejó constancia, desde su barco eso si, del buen estado del templo para la época remontando el Nilo hasta la baja Nubia. Su peripecias y sobre todo como las contó a su regreso alejó a otros posibles viajeros de la zona.
Tenemos que esperar un siglo hasta que el descubridor de Petra para el mundo occidental, el suizo John Lewis Burckhardt, haciéndose pasar por un mercader árabe llegara hasta Sudán y a su regreso por el Nilo se detuvo en Debod redactando una completa visión del monumento hacia 1813. Otro gran aventurero, Giovanni Battista Belzoni, cuatro años más tarde también documentó el templo. De 1819 tenemos dibujos precisos de la plantas, alzados y decoración gracias al alemán Franz Cristian Gau. Un año más tarde Edwar Cooper junto a Giuseppe Rossi dibujaron el conjunto del templo y nos permiten ver como se fue deteriorando el templo. En 1844 Richard Lepsius utilizó la moderna técnica de fotografiar para retratar por primera vez Debod. Años más tarde personajes como Maxime Duchamp en 1850 o Felice Beato en 1875 realizaron fantásticas instantáneas del templo, dañado ya por un terremoto. Aún así cabe señalar que a finales de siglo seguían de pie los tres pilonos, aunque el vestíbulo ya se había derrumbado. Es difícil imaginar la sensación de estos intrépidos viajeros que salvaron todo tipo de peligros siendo de los primeros europeos en revivir una época casi desconocida hasta ese momento.

A principios del siglo XX, Egipto ya se había convertido en protectorado británico y el cuidado y mantenimiento de los monumentos estaba a cargo de los anglosajones. Por ello entre 1906 y 1907 el egiptólogo británico Arthur Weigall comenzó a estudiar los monumentos de la región nubia que más tarde quedarían amenazados por la primera presa de Asuán. Se encontró que el templo estaba en un estado ruinoso con solo dos pilonos, ya que el tercero había sido esquilmado para nuevas construcciones. En esas mismas fechas el arquitecto egipcio Maspero reconstruyó el templo bajo las órdenes del Servicio de Antigüedades Egipcio. Günther Roeder publicó el estudio más minucioso que tenemos del templo. Décadas pasaron sin hacer mención relevante al templo hasta la década de los 50 cuando salió de nuevo a la palestra para iniciar su salvación y la de las obras circundantes.


Imagen del templo en su lugar original en 1880.

Imagen previa a la reconstrucción del templo en 1906.


Viaje desde la tierra de faraones al Madrid castizo

La labor de reconstrucción fue un acto verdaderamente loable y de gran utilidad para que no se perdiera en el olvido del tiempo. Sin embargo a pesar de la inmensa  labor realizada la construcción sufrió numerosos desperfectos durante 50 años fruto del avance del progreso. Durante unos 8-10 meses se pasaba cubierto por las aguas del Nilo lo que avanzó más si cabe su deterioro. La policromía se perdió quedando solo los relieves e inscritos de viajeros pasados.

En la década de los 50 se empezó a plantear la construcción  de una presa de mayores dimensiones que supliera las nuevas necesidades provocadas por el crecimiento demográfico y económico de Egipto. El lugar elegido para tamaña obra faraónica se encontraba a 7 km al sur de Asuán.
En 1954 ya se tenía claro que la mayoría del patrimonio circundante al futuro lago se perdería para siempre. El Director del Servicio de Antigüedades, Mustafa Amer, desplegó en la zona un equipo de ingenieros y egiptólogos y un año más tarde expuso un detallado informe en donde se veían los monumentos que serían salvados y los lugares de excavación que podrían contener restos importantes. La rápida sucesión de los acontecimientos y la urgente necesidad de tener la presa en funcionamiento lo antes posible hizo que se creara una comisión con la colaboración de la UNESCO y el Gobierno Egipcio para acelerar la salvación de los monumentos. Se creó la organización llamada el Centro en 1955 para coordinar los proyectos pero la atención internacional recibida fue escasa. Tras el notable descalabro inicial la UNESCO vio que era necesario una campaña que englobara tanto a Egipto como a organizaciones y gobiernos internacionales. El presidente Nasser dio el visto bueno y en la primavera de 1959 se produjo el llamamiento oficial hacia el resto del mundo. Como incentivo, a los países que ayudaran de manera destacable en la salvación del patrimonio se les entregaría parte de los hallazgos e incluso algunos templos nubios: el de Dendur (Metropolitan de Nueva York), el templo de Ellesiya (Museo Egipcio de Turín), el de Taffa (Museo de Antiguedades de Leiden, Holanda), el de Derr (solo se movió lejos de la orilla) y el de Debod (entregado a España y localizado en Madrid).
Cuando las tareas concluyeron la mayor parte de los templos habían sido salvados excepto tres: Gerf Hussein, Kasr Ibrahim y Abu Oda).

La tarea de recuperación española en Nubia estaba al mando del profesor Martín Almagro Basch iniciándose en 1960 tras la formación del Comité Español. Los trabajos se sucedieron entre 1960 y 1967 en diversas regiones incluyendo el norte de Sudán. Durante este periodo y antes del desmantelamiento de los templos se copiaron todos los relieves  e inscripciones.
Respecto a Debod el señor Almagro contaba que los trabajos parece que se realizaron con demasiada prisa y no se salvaron algunos elementos importantes como las piedras de fundación, además de la ausencia de registros sobre las tareas realizadas. A pesar de los diversos problemas el templo fue trasladado a la isla Elefantina frente a Assuán en 1961. Allí permanecería desmantelado hasta 1970 cuando se llevaron a Alejandría.
Durante esos 9 años se debatió sobre quien debería quedarse el templo.
En 1964 España formaliza su petición por el templo de Debod. Justificaban esta petición basándose en la inmensa labor realizada por la Misión Española en Abu Simbel y Filé tanto en materia económica, recursos e investigación. Pero sobre todo por la elogiable y decidida labor del profesor Almagro y otras personalidades como el embajador de España en El Cairo. Todo esto unido a la política exterior de la época y al papel como mediador realizado por España en Oriente Próximo. A principios de 1966 parecía que España no iba a recibir ninguno de los templos cuando Dendur fue a para a Estados Unidos y Ellesiya a Italia. En septiembre de ese mismo año la prensa desveló que el templo sería finalmente donado a España.

Tras la noticia España tuvo que pagar unos 5 millones de pesetas de la época a Egipto proporcionadas por el Ayuntamiento de Madrid y unos 4.5 millones de pesetas generados en el transporte sufragadas por la Misión. Tras esto en 1968 se inició una carrera en diversas ciudades españoles, Elche, Almería y Barcelona, por conseguir el monumento. Almagro sin embargo quería que se quedase en la capital. Finalmente las piezas llegaron en verano de 1970 al puerto de Valencia y desde allí se trasladaron a Madrid emplazándose sobre el viejo Cuartel de la Montaña en el Parque del Oeste.

Una vez aquí reconstruirlo fue toda una odisea . Solo proporcionaron un plano del monumento y del alzado, la numeración de algunos bloques se perdieron o estaban mal numerados, junto con unas fotografías del lugar original. Se levantó un basamento de piedra sobre el que se reconstruyó el templo rodeado parcialmente de agua. Utilizaron piedra de Salamanca para las partes faltantes, cubrieron la terraza, reforzaron las partes más dañadas con sustancias químicas e instalaron climatización para crear un entorno seco. Solo se reconstruyeron dos de los tres pilonos y rodearon el conjunto por un parque que recreaba el aspecto Nubio con palmeras. Fue inaugurado el verano de 1972.

Reconstrucción y adecuación de la zona en 1970.

¿El futuro del pasado?

Es innegable que España cumplió con creces los objetivos de conservación del monumento asumidos ante la UNESCO y Egipto. Sin embargo son variados los problemas con los que tiene que lidiar. La lluvia y con esto la humedad hace que la estructura interna se deteriore más rápidamente y que se acumule musgo y líquenes que medren en los relieves y sobre todo en el exterior. Preocupante es también la contaminación ambiental, que aunque no es el problema principal, agrava el deterioro del templo como pasa en la actualidad con el ennegrecido por los coches Acueducto de Valente en Estambul o el Anfiteatro Flavio en Roma . Si combinamos estos factores tenemos un cóctel de acidez que cambia la estructura química de las ya deterioradas piedras. En la misma medida afectan las personas que diariamente acuden a ver el interior, aunque es un precio pequeño que hay que pagar si se quiere disfrutar del templo. De manera intencionada algunos vándalos pintaron el exterior de los muros con el consiguiente daño producido o produciendo graffiti en los pilonos, algo irre
De momento hay soluciones temporales y placebos realizados gracias a un aumento de la presencia policial o un mantenimiento periódico del complejo. Pero no son más que parches.
Se ha barajado la posibilidad, cuando haya dinero, de cubrir el templo o de enterrarlo.
La primera es la más viable. Se plantea la construcción de una cúpula o recinto cubierto, trasparente a ser posible, que proteja el recinto. Aunque conociendo el tratamiento de parte de nuestro patrimonio se dilapidaría el dinero público en alguna aberración arquitectónica  moderna sin ninguna relación con el templo o la zona.
La segunda opción es la que menos apta me parece, rompería con todo el trabajo realizado en la adaptación del entorno con el templo.
parable. También indirectamente las aves crean sus nidos en la superficie o entre los muros. Si casamos todos estos problemas tenemos un marco que hace más difícil su conservación.

Templo de Debod de noche. 

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